Muchos estudios han demostrado que acariciar a un perro reduce la presión arterial, disminuye el ritmo cardíaco, favorece la producción de hormonas del bienestar como las endorfinas, aumenta el placer, la sensación de armonía y, en definitiva, es bueno para nuestra salud. También han surgido actividades como la terapia con animales de compañía sobre estos beneficios. Pero aunque estemos seguros de que acariciar a los perros es un placer para nosotros, ¿podemos decir también que es siempre un placer para ellos? ¿Y puede ocurrir que a veces nuestro placer no coincida con su necesidad? Convencidos de nuestras buenas intenciones, son preguntas que no siempre nos hacemos. En Kodami hemos publicado un «mapa de caricias» para dar algunos consejos sobre cómo tocar a los perros y cuándo hacerlo, y ahora profundizamos en el tema con un análisis más que destaca la importancia de conocer a cada individuo, al perro que vive a nuestro lado y al que nos encontramos por la calle.
Cómo saber si a un perro le gusta que le toquen
A continuación, puede ser útil detenerse un momento en las señales de calma. Al socavar la confianza, algunas de nuestras acciones podrían en algunos casos incluso comprometer la relación o provocar accidentes. A través de las señales tranquilizadoras, el perro nos dice: «Tranquilízate. Calma, no nos peleemos». Esto se hace mediante actitudes particulares, las más comunes son: bajar las orejas, entrecerrar los ojos, girar la cabeza o todo el cuerpo, arquear la espalda, lamerse la nariz, bostezar, rascarse, incluso tumbarse en el suelo o tirarse boca abajo. Por supuesto, cada uno de estos comportamientos puede tener más de un significado y para entender cómo interpretarlos siempre es necesario ver la situación en su conjunto.
En primer lugar, esto no ocurre necesariamente sólo cuando nos enfadamos o le regañamos. De hecho, puede ocurrir en varias situaciones que nuestro amigo, al no entender nuestras intenciones o las de otra persona, se sienta presionado. Puede ocurrir durante una visita al veterinario, cuando buscamos una interacción demasiado cercana como un abrazo, al conocer a un extraño que quiere tocarle, en presencia de niños que se mueven de forma excitada o ruidosa, o al conocer a otro perro. En definitiva, en todas aquellas circunstancias en las que te presentas de forma demasiado asertiva o repentina o buscas la interacción de forma demasiado insistente. Estas y otras situaciones similares deben ser siempre objeto de una cuidadosa vigilancia y, si se manifiestan uno o varios de los signos mencionados, nunca debe subestimarse. Esto no significa que todos los perros vayan a reaccionar de forma agresiva. La forma en que reaccionan es siempre subjetiva y en muchos casos simplemente aceptan la interacción. O puede ocurrir que se acepte durante un tiempo determinado, por ejemplo mientras es un cachorro o en los primeros días de su adopción, y luego cambie de repente, buscando la huida, la evasión o quizás gruñendo. Sin embargo, lo que debe alertarnos no es sólo el temor a reacciones no deseadas, sino también el hecho de que el perro exprese su malestar a través de señales de calma. Por lo tanto, lo correcto es pensar en primer lugar en cómo proteger a su perro y hacer que se sienta comprendido.
¿Qué hay que hacer? Dé a su perro la posibilidad de elegir
¿Pero qué hacer? El respeto al espacio es fundamental en estos casos. Es nuestro amigo quien debe hacernos saber si quiere reducir la distancia o ser acariciado y tocado, y en qué medida. Por lo tanto, es necesario dar siempre a su amigo la posibilidad de elegir permanecer a distancia o alejarse. Por lo tanto, es mejor evitar acercarse demasiado si estamos en un espacio estrecho, o cuando está en un lugar sin vías de escape, por ejemplo en una esquina, debajo de una mesa o a veces incluso en su perrera. También es muy importante respetar su tiempo y adoptar una actitud correcta, sobre todo si se trata de un desconocido o un niño. Esto significa no mirarle de frente y extender la mano para tocarle, sino ponerse a un lado, no mirarle a los ojos e invitarle a acercarse si le apetece, dándole tiempo para que nos huela primero. A veces también puede ser útil agacharse o sentarse, lo que, sobre todo con los perros más pequeños o más tímidos, puede servir para tranquilizarlos. Por último, ofrecer un pequeño regalo, como algo bueno para comer, también puede ayudar en ciertos casos. De hecho, rechazar la comida puede indicar un estado de malestar.
En cualquier caso, hay una cosa que debemos tener en cuenta: la base de una relación serena es siempre y sobre todo la confianza, cuya base reside en hacerles comprender nuestras intenciones. Uno de los errores que más solemos cometer es no respetar el momento adecuado y hacer algo que el perro no espera o no quiere en ese momento. Por ejemplo, moviéndose repentinamente en su dirección o intentando tocarle en cuanto esté a su alcance.
Las preguntas correctas en la relación con su perro
Entonces veremos cómo su perro nos demuestra que le gusta y que es el momento adecuado para acariciarlo. Lo que es importante entender por ahora es que la base de una buena relación no proviene de la certeza, sino de hacer siempre preguntas. Y me gustaría sugerir algo: ¿veo en él el deseo que siento de acariciarlo? ¿Y cómo me lo muestra? ¿Qué pasa si no me acerco a él? Y si quiere alejarse, ¿le estoy dando espacio para hacerlo? Si va con correa, ¿estoy seguro de que no le estoy obligando a permanecer en una situación que no le gusta? Ese desconocido que quiere tocarlo, ¿para quién lo hace? ¿Y por qué tengo que aceptar que un desconocido pueda siempre acariciar a mi perro? ¿Es el perro el que lo pide? ¿Las personas o perros que le rodean respetan su espacio o es mejor que juntos nos alejemos de esta situación? Y por último, una de las preguntas más difíciles: si me enfado por algo, ¿estoy seguro de que mi enfado ayudará a resolver el problema? Al fin y al cabo, nuestros arrebatos a veces nos son más útiles que cambiar las cosas. Pensemos en ello y recordemos que el bienestar de nuestro amigo a veces puede depender no sólo de lo que hagamos, sino también de lo que decidamos no hacer. Y estar ahí para alguien significa estar presente y no necesariamente imponer las manos.