Por qué los perros se huelen el culo unos a otros

¿Por qué los perros se huelen el culo cuando se encuentran? Esta pregunta suele provocar más de una sonrisa en la gente por la vergüenza que genera. Para los humanos, las partes íntimas son un símbolo de tabú, mientras que para los perros son centros nerviosos anatómicos para la emisión de información útil desde el punto de vista comunicativo y social. En la mezcla de olores procedentes de las «regiones inferiores» se condensa el olor característico del individuo, en el que se basa toda la arquitectura de la comunicación intraespecífica.

Cuando dos perros se encuentran, no se limitan a olfatear el trasero del otro, sino que inspeccionan de forma más general la parte posterior del cuerpo, que está compuesta por una geografía de zonas anatómicas, cada una de las cuales emite olores e información diferentes. Este mapa está formado por la zona anal, la sección sacra de las vértebras lumbares, la primera parte de la cola y las partes genitales. El comportamiento de olfatearse los cuartos traseros es más frecuente entre dos perros desconocidos, mientras que los perros que viven juntos o que salen juntos suelen olerse los cuartos traseros sólo después de largas separaciones.

Qué es el «control olfativo» y el mundo de las feromonas

Técnicamente, la acción de inspeccionar partes específicas del cuerpo del interlocutor se llama control olfativo y se basa en la capacidad de la especie para discriminar olores, es decir, para detectar y distinguir unos de otros. Desde los cuartos traseros del perro se propagan una serie de olores, compuestos principalmente por: hormonas (por ejemplo, testosterona, cortisol, estrógeno, etc.), feromonas (por ejemplo, reproducción, miedo, orientación, sexual, etc.) y residuos metabólicos (sustancias residuales del proceso digestivo). Las feromonas son moléculas híbridas entre el gusto y el olfato que tienen la capacidad de transmitir una información que sortea el sistema de control racional del cerebro de quienes las perciben, configurando inmediatamente en ellos una respuesta fisiológica adecuada al comportamiento social requerido por el mensaje. Un ejemplo claro puede ser el feromonas de calma que hacen que los cachorros activen el reflejo de succión de la ubre. De hecho, la succión no es un comportamiento aprendido por el recién nacido, sino instintivo, que se desencadena por las feromonas que emiten los pezones y la leche de la madre. Las feromonas contienen, por tanto, una información de eficacia inmediata que activa diversos tipos de comportamientos instintivos como la calma, el miedo, la territorialidad, la orientación espacial, la activación sexual, etc. Las hormonas, en cambio, transmiten otros mensajes, distribuidos en dos niveles: la identidad social de género, masculino/femenino, y la identidad subjetiva expresada en los niveles cuantitativos de las hormonas individuales que, en conjunto, conforman el olor típico del sujeto y su personalidad.

Que huela el pis con tranquilidad: así se informa el perro a través de las marcas

El perro accede a una gama olfativa intensa y rica en detalles, no sólo cuando olfatea los cuartos traseros de otro perro, sino también cuando se detiene en la orina o las heces frescas al salir. Por eso es importante que le permitas olfatear las marcas de otros perros, sin dejar que tu parte higiénica te lo diga: «¡Entonces me lame la cara!». Mientras los perros se huelen los culos, suelen hacer una especie de «ronda«, que te obliga a caminar en la cuerda floja con el otro dueño para evitar los enredos. A pesar de este inconveniente, es aconsejable dejarlos estar, dándoles espacio para maniobrar, intentando no estorbarles con nuestro cuerpo. Dejar que se olfateen mutuamente el trasero sin tensión de la correa permite que los dos perros pasen de la fase de adquisición de información a la producción del contenido químico-olfativo de la autopresentación, a través de la marcas. Hay innumerables variables y detalles en la descripción de la clásica imagen de los dos perros oliendo los cuartos traseros del otro y cada variable abre un posible escenario de interpretación diferente. Sin embargo, lo que sí es cierto es que para que los perros se reúnan pacíficamente, debemos permitir que se conozcan, empezando por el intercambio de olores íntimos. Para el perro dar su rastro químico-olfativo es un acto formal de presentación, como mostrar una especie de carnet de identidad que contiene más información que el de papel que tenemos los humanos y llevamos en la cartera. Los perros, en este sentido, gozan del privilegio de no perderlo nunca y de no verse obligados a renovarlo burocráticamente. La información sensible de la identidad personal permanece siempre unida al perro a través de su olor característico y se actualiza constantemente en la evolución fisiológica de un cuerpo que cambia de aspecto y fragancia, siguiendo esa parábola de la vida que cada sujeto traza, pasando de la juventud a la edad adulta y a la vejez.

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